La vía del valle

La vía tántrica llamada «del Valle» es la más fácil, especialmente para el control de la eyaculación, pues ese tipo de unión poco «movida» está basada en la relajación física y mental. Se la podría juzgar poco «excitante», lo cual es relativamente cierto. Sin embargo nos abre un mundo desconocido de sensaciones y de experiencias, engendra una plenitud prolongada, y logra la integración total de dos seres, en cuerpo, mente y expíritu, fuente de felicidad desconocida por las parejas ordinarias de nuestro Occidente apresurado.

Gracias sobre todo a la Vía del Valle el tántrico llega a «feminizar» su experiencia de la sexualidad. Para el hombre ordinario el acto sexual, centrado en el polo de la especie, es decir, en los organos genitales, es una experiencia convergente en el espacio y en el tiempo. En otros términos, su vivencia tiende a restringirse cada vez más. La mujer despierta su deseo, luego, desde que se produce la erección, su vivencia se instala en una zona cada vez más reducida, la zona genital. Una vez insertado en la vagina, su pene acapara toda su atención, que tiende, poco a poco, a focalizarse en las sensaciones percibidas en el glande.

Paralelamente, su experiencia se estrecha también en el tiempo: converge hacia el breve instante de placer de la eyaculación, después de lo cual su deseo decae inmediatamente, y el hombre se retira y se apartate de la mujer. Para el tántrico, por el contrario, incluso fuera del ritual, el maithuna es una experiencia divergente, de tipo femenino. En efecto, en la mujer, la vivencia sexual, lejos de limitarse a la vagina y al pene que allí encierra, desborda progresivamente la esfera genital, se difunde por todo el cuerpo y, cuando llega el orgasmo, implica cada fibra de su carne y luego invade su ser. El éxtasis tiende también a intensificarse, a prolongarse, por tanto a extenderse en el tiempo. Mucho después del fin del contacto sus ecos resuenan en ella todavía.

Esta experiencia difusa es también la del tántrico que no se acopla a una vagina, sino que se une al ser total, a la mujer física, psíquica y cósmica, es decir a la encarnación de Shakti. Cuando el lingam ha establecido el contacto íntimo, cuando percibe el yoni, Shiva participa en el deseo y en la emoción erótica de Shakti. A partir del lingam su experiencia erótica es como una mancha de aceite, gana progresivamente todo su vientre, viaja a lo largo de su columna vertebral y por último hace vibrar cada célula de su cuerpo. Participa intensamente en la emoción sexual última de Shakti cuando ella vive un profundo orgasmo. Percibe así el ser secreto de la mujer, sin tratar de apropiarse de su cuerpo ni de su sexo. No piensa: «Es mi mujer, y su sexo y su sexualidad me pertenecen». Percibe, en el sexo, la expresión del poder creador cósmico suprapersonal. Unido a Shakti, todo su cuerpo se convierte en organo sexual, no solo el lingam como en la unión ordinaria.

Antes de abordar la práctica, veamos primero las posiciones apropiadas:

La posición occidental usual, es decir, la del misionero, no conviene para nada: fatiga a Shakti, que debe soportar mucho tiempo el peso del hombre acostado sobre ella, sobre todo si él se relaja, como debería ser. Ahora bien, en la Vía del Valle, la unión puede durar hasta dos horas o más... La somnolencia, lejos de ser un inconveniente, hace aflorar el inconsciente y permite intercambios magnéticos y psíquicos intensos: en el sueño los intercambios se realizan en un plano psíquico sutil.

La posición a horcajadas, Purushayita, es conveniente siempre que sea posible la relajación, que se logra colocando cojines en la espalda de cada integrante de la pareja.

En la óptica del Tantra, se puede optar por la posición en oposición, llamada en X, horizontal o inclinada unos 45 grados. Esta asana tradicional y especificamente tántrica favorece la circulación de las energías sutiles, permitiendo al mismo tiempo una relajación creciente con un contacto sexual correcto; los movimientos son limitados o inexistentes. Detalle práctico: en los climas fríos con frecuencia hay que taparse porque la relajación hace descender la temperatura del cuerpo y la incomodidad compromete el logro de la experiencia. Ventaja no despreciable: en esta asana el control de la eyaculación no plantea ningún problema.

Otra posición favorable es la lateral, Paryankasana, llamada también «de von Urban». Aunque asimétrica, permite una relajación profunda y conviene a las circunstancias occidentales, (cama, colchas, etc).

La Vía del Valle implica una inmovilidad relativa. Los movimientos son limitados, poco amplios y controlados, tanto en Shiva como en Shakti: uno solo de ellos es activo, el otro permanece pasivo y distendido. Con frecuencia es Shakti quien se mueve, por ejemplo para que se mantenga la erección, que no debe necesariamente ser del estilo triunfante durante todo el contacto. Incluso si el lingam está semirrígido, Shakti puede vivir una experiencia intensa, lo mismo que Shiva. Las fluctuaciones de la erección son normales y forman parte de las reglas del juego. Si espontaneamente una ondulación rítmica nace en el cuerpo de Shakti, puede abandonarse a ella, siempre que la reprima si los movimientos se amplifican y se aceleran. En efecto, estos movimientos podrían interrumpir la experiencia, ya sea por la expulsión del lingam si la erección es muy débil, ya sea por una eyaculación no deseada. En la Vía del Valle, Shakti puede así acceder a un orgasmo de otro tipo, es decir, experimentado casi únicamente en el polo del individuo, el cerebro, más que en el polo de la especie, los órganos genitales, como es lo común.

También puede producirse a la inversa, que Shakti se relaje y Shiva realice movimientos limitados, espontáneos pero controlados, lo cual parece contradictorio. De hecho, se deja que el cuerpo mismo desencadene estos movimientos (por tanto son espontáneos), mientras que la mente los observa y los controla si la amplitud y el ritmo ponen su dominio en peligro.

Los papeles pueden alternarse: primero Shakti dirige el juego, luego Shiva, o a la inversa, alternando fases de inmovilidad y de lenguaje secreto, es decir, de contracciones vaginales a las que el lingam responde. Hay que evitar «pensar» los movimientos, intelectualizar el acto, que sin embargo debe ser todo el tiempo consciente. La pareja permanece así receptiva, disponible a todos los matices de la experiencia tanto a nivel genital como en el cuerpo entero. Una sensación inefable de fusión es, en principio, un logro normal en la Vía del Valle; en principio porque al comienzo parece menos satisfactoria que los contactos usuales no tántricos, pero pronto la exploración de este universo nuevo resulta fascinante.

Además uno no se propone «convertirse» de una vez por todas a este tipo de unión y hacer de él su menú exclusivo: una vía no excluye jamás la otra. La Vía del Valle permite a Shiva quedar indefinidamente en contacto y comprobar que inhibir la eyaculación no plantea ningún problema y no reduce, más bien al contrario, la voluptuosidad sexual.

Todo lo aquí expuesto debe necesariamente ser comparado con lo expuesto por los Maestres de la Ferrière y Ferriz Olivares y por el R. B. Jñàpika Satya Gurú.

 

Respetable Jñápika Gurú  Dr. Pablo Elias Gómez Posse 

aum_jnapika_satya_guru@hotmail.com


regresa al temario