Es verdad que
muchos aspectos del tantrismo indio son inexportables. Sin embargo cada
uno puede acceder a su esencia, que no es sinónimo de ritos sexuales
extraños o perversos. Si bien el Tantra incluye deliberadamente la
energía sexual, muchas prácticas no tienen relación alguna con el eros.
De hecho, el tantrismo es sobre todo la expansión del campo de la
conciencia, la toma de conciencia de los aspectos cósmicos de la vida.
Así, toda experiencia, por trivial que sea, puede llegar a ser tántrica.
Ejemplo: el «baño de sol tántrico».
¿Como? Es muy
sencillo. Mientras que mi vecino no tántrico estirado como yo al sol en
la playa, se broncea, yo en cambio recibo un máximo de sensaciones
corporales: el calor, el contacto de la piel con la toalla, los dedos de
los pies en la arena, el viento en el pelo, el aire marino, etc. Es la
primera etapa. A continuación, se trata de «cosmizar» la experiencia
tomando realmente conciencia del acontecimiento Sol.
Para
mi experiencia ordinaria, el Sol es lo que era para los antiguos: una
gran bola, allá arriba en el cielo. Cuando un pensador griego afirmó que
el Sol podría ser tan grande como la Acrópolis, chocó con la
incredulidad e incluso con la hostilidad de sus conciudadanos. Hoy todos
sabemos que el sol es un millón de veces más voluminoso que la Tierra;
pero ¿lo comprendemos verdaderamente? Lo dudo. Igualmente, saber que la
energía solar todavía estaba en el Sol hace ocho minutos no me asombra,
ni siquiera sabiendo que la luz recorre más de 300.000 km. por segundo,
casi ocho veces el diámetro del globo. Entonces, para concretar la
enormidad de la distancia imagino una autovía Tierra-Sol. Corriendo a
cien por hora, las veinticuatro horas del día, sin detenerme nunca,
necesitaría más de 16 (!) años para cubrir esos 150.000.000 kilómetros.
En la playa intento transformar esas cifras áridas en realidades
concretas. Pienso en la inmensidad del vacío helado (-273º C) que me
separa del Sol y percibo su luz como una catarata de fotones, de
pequeños proyectiles que me golpean y me penetran.
Tántrica o no, la
más loca imaginación siempre se retiraría ante esta realidad.
Sobre la arena
caliente, me impregno así lo mejor posible de la enormidad del
«acontecimiento-Sol». Para tomar conciencia de las trombas de energía,
de materia solar, que caen en todo momento sobre la superficie total de
nuestra Tierra, pienso que la superficie de mi piel tiene menos dos
metros cuadrados, de los que sólo expongo, evidentemente, la mitad al
Sol. Ahora bien, en verano, en pleno mediodía, ese metro cuadrado capta
tanto calor que hay que refugiarse a la sombra. Para la Tierra entera,
hay que multiplicar por los millones de kilómetros cuadros que ofrece al
Sol. Ahora bien, nuestro planeta, ínfima mota de polvo cósmico, sólo
capta una parcela infinitesimal de la energía total vomitada en el vacío
intersideral por el Sol que «adelgaza» así unos cientos de toneladas por
segundo desde hace miles de millones de años, y no está tan mal...
Más aún,
¡literalmente yo soy una parte del Sol enfriado! Cada átomo de mi
cuerpo, de cada grano de arena, de cada objeto que me rodea, es Sol
solidificado, pues la Tierra también ha sido plasma sideral
incandescente: es un girón de estrella enfriado. Yo SOY, pues, tanto en
mi carne como en mis huesos, Sol condensado. Es la vida, es mi vida.
Para mover el dedo meñique, pensar o dormir, degrado energía solar. Para
vivir y actuar, extraigo mi energía ya sea de los vegetales, que son Sol
en conserva, ya sea de la carne, que es hierba, ¡por tanto Sol
convertido en buey! El combustible de mi coche es energía solar fósil,
como el carbón: siga el lector su propia enumeración. En resumen, yo
escribo este texto y el lector lo lee gracias al Sol.
Muy bien: saber
intelectualmente que uno es Sol condensado es interesante, sin más.
Vivirlo, aunque sea fugazmente, es fantástico, ¡es tántrico! Ingenuos,
mis sentidos me ocultan el verdadero Sol que sólo mi intuición puede
revelarme. Así, siempre tendido en la playa, sintiendo la inmensidad de
la energía solar y de la distancia que ha recorrido, conectado
directamente con la energía cósmica, la frontera entre el astro y yo se
borra, se disuelve, y siento entonces a Shakti, la energía creadora
última cuya manifestación es el universo. Eso es el Tantra...
Así, el Tantra es
en primer lugar una manera diferente de ser y de sentir, antes de
concretarse en determinadas técnicas o acciones rituales.
¡Pero cuidado con
la trampa cerebral! El intelecto aporta -y es precioso- los elementos
objetivos, científicos, de esta toma de conciencia, pero lo que importa
es la percepción intuitiva global del acontecimiento. Pasar de lo
sensorial al concepto intelectual del acontecimiento -sol, río o
cualquier otro- y después a la vivencia directa de sus aspectos últimos
es arduo. Sin embargo, de este modo un acto perfectamente anodino se
convierte en un acontecimiento que transciende al ego, y así se «destrivializa»
la vida más sombría.
Conscientes de
esta dificultad, el Tantra responde a ella especialmente por medio del
arte, el rito y el símbolo. Por otra parte, de todas las filosofías de
la India, el Tantra es la que utiliza más deliberadamente el arte como
vía de acceso a lo cósmico, oculto en lo trivial.
Todo lo aquí expuesto
debe compararse con lo expuesto por los Maestres de la Ferrière y Ferriz
Olivares en su Literatura y personalmente debe consultarse con el R. B.
Jñàpika Satya Gurú.