shivaísmo la mujer encarna el poder!


MAITHUNA

 
En el maithuna el hombre con frecuencia permanece pasivo; evita todo lo que provocaría la eyaculación. Shakti está activa y conserva la iniciativa durante el desarrollo del rito. El hombre está receptivo, Shatki da el tono. Es indiferente que la erección se mantenga o no hasta el final: basta con poder permanecer unidos. En el Tantra es más Shakti que Shiva quien capta y transmite los ritmos cósmicos de la Luna, del Sol y de la Tierra. Para conocer el éxtasis, el hombre debe permanecer mucho tiempo unido a Shakti, impregnarse de su energía magnética, hasta que la «divina vibración» lo invada. Basta para ello con atender distendidamente pero sin fallas a todo lo que pasa en el cuerpo, y a los intercambios que se efectúan.

 

Esta unión puede -y debería- durar hasta dos horas y más. Shiva debe abandonarse a la percepción sensual de la mujer, sentir latir su sangre, vibrar según su diapasón, respirar a su ritmo (¡muy importante!), entonces surgirá la experiencia extática.

 

Rita Ashby, una tántrica californiana, dice: «La Shakti tántrica florece literalmente. Su piel brilla con el resplandor de Eros, su mirada abierta e inocente cultiva a todos aquellos a quienes se dirige. El Tantra es una forma de adoración que da a Shakti confianza en sí misma. Cada mujer es la esposa de Shiva. ¡Shakti! ¡Shakta! Incluso el orgasmo de Shakti es una simple eventualidad sin verdadera importancia, pues la mujer no está tan orientada hacia lo genital. Al contrario de la eyaculación en el hombre, el orgasmo femenino atiza el fuego divino del goce, en lugar de extinguirlo».
Y Ted Ashby, su compañero, añade: «Después de haberse amado durante horas, uno está dispuesto a todo: a hacer música, a bailar como un dios, o incluso a hacer Tantra con un grupo de adeptos, en el círculo mágico donde cada uno, tomándose de las manos, percibe las vibraciones y el magnetismo de los otros. El tántrico no intenta imponer su identidad aislada. Está plenamente "aqui" y "ahora", está vivo y se convierte en la Vida. se es uno con la pareja y se está listo para convertirse en uno con todas las maravillas del Ser».

 

El Tantra libera al hombre del reflejo eyaculatorio, sin dificultades mayores. Por supuesto que una pareja habituada desde hace años al amor «normal» no se descondiciona de un día para otro. El principio el hombre no logrará más que una vez sobre dos o tres evitar la eyaculación, a veces por falta de cooperación de su compañera, ella también acostumbrada a la forma habitual de contacto sexual y que puede, igual que el hombre, encontrar al comienzo que este tipo de unión es menos satisfactoria. Basta simplemente con perseverar para ir de descubrimiento en descubrimiento, pues la Vía del Valle es la vía más fácil de la meditación entre dos.

 

Haced del sexo una meditación entre dos. No lo cambataís, no os opongáis a él. Sed amistosos frente al sexo. ¡Vosotros sois una parte de la naturaleza! En verdad el acto sexual no es un diálogo -en el peor de los casos un monologo- entre un hombre y una mujer, es un diálogo del hombre con la naturaleza a través de la mujer, y de la mujer con la naturaleza a través del hombre. Durante un instante os insertáis en la corriente cósmica, en la armonía celestial, estáis de acuerdo con el Todo.

 

EL RITO

Entre los escasos textos Tántricos que describen y autentifican este ritual solo es relativamente conocido el Yonitantra. Sin embargo, como con tantos textos Tántricos, se trata más de un resumen que de un tratado didáctico: es el acharya, el instructor en persona quien transmite las técnicas. Además el acharya (que también puede ser una mujer) tiene un papel crucial durante la yonipuja, que debe desarrollarse en su presencia, hasta el punto que están previstas leyes particulares para el caso en que estuviera ausente.

Como, salvo excepción, el occidental no tiene acceso a la iniciación directa, es indispensable completar los parsimoniosos datos prácticos del texto original. Una vez que el autor ha precisado qué mujeres son aptas para el rito, añade que la yoghini «debe ser lasciva, hasta libertina y haber superado todo falso pudor».

Al comienzo de la adoración, Shakti se coloca en el centro del mandala, en general un triángulo, símbolo del yoni cósmico, incluido en un círculo. Luego Shiva le ofrece una bebida afrodisíaca, llamada vijaya, cuya composición no se indica, sin duda porque en esa época se suponía que en la India todos la conocíanLa intención explícita es erotizar a Shakti al máximo, exacerbar su energía sexual para llevarla al éxtasis. Siempre según el texto, después de haber cumplido el ritual preparatorio, compuesto de mantras y de hijas (vocales sin contenido conceptual) que el autor no precisa, empieza la primera parte del Yonipuja. La yoghini se sienta sobre el muslo izquierdo del adepto, que comienza a adorar su yoni sakuntala, es decir no afeitado, condición fácil de cumplir. El adepto entonces unta el yoni con una pasta de sándalo, de delicado perfume; así el yoni se asemeja a «una flor encantadora». Luego el adorador le ofrece una nueva copa de vijaya y le pinta la ardhachandra (la media Luna) con bermellón en medio de la frente. No se trata de una rutina mecanizada: el simbolismo de cada gesto es intensamente vivido por los participantes. Mientras el adepto traza la media Luna, la pareja toma conciencia de las fuerzas lunares presentes en Shakti.

Luego Shiva pone las manos sobre los pechos de Shakti, e impregnándose del aspecto maternal de la Shakti cósmica, pronuncia 108 veces la bhagabija (el sonido-raíz de la vulva), sin otra precisión, pero en general será «Hrim». Al final el adorador hace todos los gestos y contactos que puedan excitar a Shakti al máximo: le acaricia largamente los pechos, las nalgas, luego el yoni. En la yonipuja, la excitación de Shakti, que se propaga a Shiva, provoca una abundante secreción del fuido tattva uttama, la «esencia sublime», es decir, las secreciones vaginales, y además -y sobre todo- despierta las energías sutiles, «pranicas», que ejercen una función primordial en el desarrollo de la puja.

Aquí se sitúa la parte central de la puja. A su vez, Shakti unta el lingam con la pasta de sándalo, de perfume afrodisíaco y de color azafrán. El Gurú, siempre presente, vela por el respeto estricto del ritual y recita los mantras apropiados. Sólo entonces el lingam es insertado en el yoni. El maithuna no debe convertirse en un simple coito profano sin ser controlado a pesar de la intensa excitación mutua y ser vivido con el sentido de lo sagrado inherente a toda unión tántrica. Las modalidades del maithuna tántrico son de rigor, especialmente las relativas a la asana y al control de la eyaculación.

En el rito, una parte esencial depende de la absorción reciproca de la «esencia sublime». Añadiendo sus propias secreciones lubrificantes a los líquidos vaginales, el lingam contribuye a mojar abundantemente el yoni. Los dos fluidos se mezclan y los Tántricos creen que la yoghini y el yoghi los absorben: Shakti por osmosis a través de la mucosa vaginal, Shiva gracias a vajroli. Según el Tantra, ese intercambio vitaliza y dinamiza a los dos adeptos. Incluso sin esta reabsorción mutua, está establecido que la excitación sexual intensa y prolongada de las gónadas intensifica la secreción de las hormonas sexuales, que podrían constituir ellas también la «sublime esencia»; ¿por qué no?

Durante el maithuna la pareja medita sobre la potencia creadora así despertada en el vientre de la mujer y en el hombre y adoran la Energía Cósmica.

La duración de la unión yoni-lingam corresponde a lo que se dice en todo este libro: nunca se trata del «deprisa y corriendo». Después de la unión ritual, Shiva rinde un homenaje respetuoso al yoni, que la yoghini acostada de espaldas, ofrece a su vista y a su adoración. El adepto toma entonces con el dedo un poco de líquido vaginal y hace con él un tilaka, ese punto que las mujeres indias llevan en medio de la frente, a su compañera de rito, todavía sumida en el éxtasis, así como en su propia frente. El achayra hace lo mismo; luego la pareja le hace una reverencia y lo adora porque su presencia les ha ayudado a controlarse durante todo el ritual y a preservar su carácter sagrado. Esta práctica en presencia del Gurú crea en el trío un lazo notable de intimidad y confianza. El adepto percibe así el insondable misterio y el sentido profundo, sagrado, de la unión de los sexos, siempre repitiendo mentalmente el mantra que le ha dado su Gurú. A falta de ello, el occidental utilizará el «Om» o el «Om Mani Padme Hum».

Es posible que el hecho de que el achayra y su Shakti practiquen ritos sexuales con sus adeptos puede, según nuestros criterios, parecer inaceptable; pero, ¿había que ocultarlo?

En cuanto a los adeptos occidentales, si bien no es pensable trasladar tal cual la yonipuja, las indicaciones dadas permitirán practicar una forma atenuada o adaptada (se cuenta en el próximo apartado), siempre conservando su espíritu, que es lo esencial.

 
 
El ritual secreto recibe el nombre de Pancha-tattwa, que quiere decir literalmente «los cinco elementos». Se trata de cinco «sustancias a utilizar» que se ponen en relación con los cinco «grandes elementos» de la manera siguiente: a la utilización de la mujer, (maithuna) le corresponde el éter; bebidas (madya), el aire; a la carne (mamsa), el fuego; (matsya), el agua; y finalmente, a ciertos cereales (mudra), la tierra. Como los nombres de las cinco sustancias comienzan todas por la letra m, el ritual secreto tántrico ha sido llamado también el ritual de las cinco m (pancamakara).

 

Lo esencial se encuentra en ese extracto del Lukarnarva Tantra, VI, 56: «El adorador entra en el ritual cuando accede al estado de conciencia en que percibe la divinidad, en que está verdaderamente en relación con lo divino, en que se ofrece a lo divino. Para ello, hay que tomar conciencia de la propia divinidad». Ahora bien, el cuerpo es «divino», es decir, permanentemente producido por la Inteligencia suprema que lo mantiene con vida. Esta Inteligencia es mi Sí mismo profundo, distinto del «yo». Eso es lo esencial.

Ahora bien, hay pocas o ninguna esperanza de lograrlo en tanto el «yo» permanezca en el plano de conciencia empírica de vigilia, y es aquí donde interviene el ritual, que no será algo rígido, fijo: cada uno, por medio de reglas simples, puede crearse el suyo propio.
Sin embargo, esta experiencia se hace mejor en unión con adeptos favorables, Y en primer lugar el «dónde» es importante. Así hay que prever un refugio, un lugar en la casa en al puedan aislarse, si fuera posible reservado sólo para el ritual tántrico. Entonces, ¿por qué no el dormitorio?

En esta habitación se trata de preservar un rincón para preparar un pequeño «altar», palabra que podría asustar al creyente que temería preparar un culto herético, mientras que el ateo podría ver en eso un «truco» religioso. En realidad hubiera podido escribir «mesita», lo que no hubiera chocado a nadie, pero prefiero «altar», palabra en la que se sobreentiende lo sagrado. Y nosotros sabemos que lo sagrado existe también fuera de todo contexto religioso, la tierra es sagrada, la patria también, etc.

Este «altar» será secreto; no debe ser «profanado» por miradas indiscretas. Basta con una pequeña mesa baja, cubierta de una tela preciosa, seda por ejemplo. Encima se pondrán los objetos simbólicos adecuados. Enumero algunos: un yantra, un triángulo rojo, con una vela en el centro que represente a Shiva o el Lingam. Si el adepto ha traído de la India un Lingam verdadero, puede colocarlo en medio del triángulo rojo. A falta de Lingam o de estatuilla de Shiva danzante -que ahora son fácilmente localizables en grandes almacenes, traídas directamente de la India-, una imagen que los represente puede bastar.

Es indispensable que algún objeto represente para el adepto el maithuna cósmico para tomar conciencia de que el universo ha sido engendrado por un acto de amor, por la unión de los principios cósmicos masculino y femenino. Si le gusta alguna otra imagen simbólica, no dude en ponerla. Si no tiene nada de todo eso, imite a los pobladores del Sur de la India, para quienes una simple piedra erguida simboliza la unión de Shiva y Shakti. Entonces, en un recipiente, preferentemente hemisférico, ponga un poco de arena (elemento Tierra) y plante allí una piedra, por ejemplo un hermoso guijarro ovoide, que simbolizará el Agua y el Lingam.

Un jarro en forma de ánfora (símbolo del útero materno y del útero cósmico) lleno de agua coloreada simboliza tanto el agua de los orígenes donde nació la vida como el líquido amniótico. Una concha evocaría también a nuestra Madre, la mar. Pero sobre todo hacen falta flores, por humildes que sean, pues ninguna puja se concibe sin flores, expresiones vivientes del dinamismo creado universal, también símbolos de la belleza del universo.

En la India los mismo participantes preparan el altar antes del ritual, es decir que tocan y disponen ellos mismo los objetos simbólicos: eso contribuye a introducirlos en el ambiente. Simbólicamente también se han purificado, es decir, duchado y perfumado.

Todo está en su sitio; ahora se trata de crear el ambiente adecuado. Necesariamente el ritual se desenvolverá en la penumbra: sólo la vela, que reemplaza a la lámpara de aceite tradicional, lo ilumina débilmente. Si ha podido conseguir algunos bastoncillos de incienso indio, encienda: crean un ambiente propicio. A falta de ello servirá algún perfume. También hay que prever un fondo musical, erótico preferentemente, que no debe ser necesariamente música india, aunque ésta sea perfecta. Todo debe disponerse para crear un clima de belleza, de «lujo, calma y voluptuosidad», un lujo bastante relativo, por supuesto.

Los adoradores, vestidos si fuera posible con peinadores livianos de seda preciosa, se sientan, lado a lado, sobre la alfombra mullida, frente al altar. Las rodillas pueden tocarse, lo mismo que las manos, para establecer un primer contacto físico discreto. Luego, mirando fijamente la llama, que debe ser estable y corta, observan su respiración y se impregnan de los objetos simbólicos presentes y de su significado. Esto no se expresará con palabras, no hay que «intelectualizar»: se trata simplemente de abrirse a los símbolos, de dejarlos penetrar en el inconsciente, que los descifrará.

Cuando la mente esté en calma, ella y él se pondrán frente a frente, sentados en la posición de Vajra, por ejemplo, con las rodillas tocándose, igual que las manos. Se mirarán a los ojos, penetrándose de su presencia recíproca, y sentirán tal vez el deseo que surge. Ninguna prisa. Después de algún tiempo, él pondrá entre los dos la fuente con lo que se habrá previsto comer: galletas, frutas... Ella repartirá el alimento, luego comerán en silencio pensando que el alimento pasará a formar parte de sus propios cuerpos y que dependemos del mundo exterior para sobrevivir.

Ahora viene un momento de gran intensidad. La iniciativa de las primeras caricias debería recaer en la Shakti. En la India se procede primero al nyasa, es decir, se tocan diversas partes del cuerpo en un orden bien definido, para percibirlas, pero sobre todo para despertar las energías. En todo caso es el momento en que ella se quitará el peinador: desnuda, será el símbolo viviente de la diosa de los orígenes, no, ella es la diosa encarnada, la Shakti cósmica.

La continuación depende de la pareja, pero nada debe ser fijado rutinariamente; lo que importa es un acercamiento lento y respetuoso, una escucha recíproca: nada debe hacerse con prisa. El maithuna, lo sabemos, será el momento culminante y más significativo del ritual, y la parte práctica y las técnicas más apropiadas se aprenderán a través del Gurú que aporte las enseñanzas necesarias para convertirlo en una experiencia lograda. La unión sexual será una fiesta en la que participarán todas las fibras, todas las células del cuerpo, la fiesta de la unidad reencontrada, el retorno al andrógino primitivo, la repetición, en tiempo real, del acto creador cósmico, la inmersión en el ananda, la felicidad.

Aquí se detiene todo comentario, sólo permanece lo vivido.

 

La iniciación tántrica en Occidente plantea un problema, expresado en la carta siguiente: «Muy interesado en el Tantra, he leído una abundante literatura sobre el tema y considero que este modo de ser y de pensar es el más audaz que conozco. Sin embargo, no he intentado nunca una iniciación, por temor a la imagen de marca difundida en Occidente del Tantra como "yoga sexual", que lo identifica con una serie de acrobacias lúbricas y que da origen a muchos charlatanes De modo que me permito preguntarle donde podría abordar esta práctica con serenidad, o encontrar a personas dignas de confianza».

 

En realidad el problema existe, y aumentará en la medida en que el Tantra vaya ganando terreno. A causa de la reputación de lubricidad que atribuyen a los Tántricos sus enemigos, a causa también de la discreción de los verdaderos Tántricos, hay individuos turbios que, bajo la cubierta del Tantra, se entregan -y se entregarán- a prácticas más que dudosas, Y esto también en la India, pues los auténticos Gurús Tántricos allí son escasos y además la hostilidad ambiental los hace esconderse. Desconocidos por el público, es muy difícil encontrarlos.

¿Es una situación sin salida? No, pues creo que es posible transmitir por escrito lo esencial del pensamiento y de las prácticas del Tantra; sino ¿cual es el sentido de este Web? Existen buenos libros sobre el Tantra, pero lamentablemente, en cuanto se trata de la práctica concreta enmudecen, lo cual, dentro de todo, es mejor que publicar tonterías. Una información correcta es en mi opinión la mejor defensa contra los falsos Gurús actuales y futuros y permite ir muy lejos en la vía tántrica sin otra ayuda.

Sin embargo cuando un número suficiente de adeptos estén preparados, será posible la iniciación completa y concreta en silencio y con discreción. En este sentido, algunas reglas acompañan a toda iniciación auténtica: siempre es individual y sólo se produce después de una minuciosa preparación física y psíquica frecuentemente de muchos meses de duración. Y todo en un contexto espiritual auténtico.
 

 

 

Desde siempre el Gurú ha sido el pilar del Tantra, sobre todo en la Vía de la Izquierda, en la que su relación con el discípulo alcanza una intensidad y una intimidad que sólo pueden comprender los que la han vivido. Como con las fresas, para qué hablar: comiendo una sola se aprende más sobre su sabor que con todos los tratados del mundo. Sin embargo, si bien es imposible transmitir la experiencia misma, describirla ayuda a distinguir al verdadero Gurú tántrico de los pseudogurús.

La afirmación «cuando el discípulo está preparado, el Gurú aparece» es literalmente cierta. Pero el adagio opuesto también es verdad: «cuando el maestro está preparado, el discípulo aparece». Ni el discípulo ni el Gurú salen a la búsqueda uno del otro: esperan que «eso» se produzca. Este improgramable «eso» escapa al "azar" que rige la mayoría de los encuentros humanos.

La conclusión es simple y, aparentemente, poco alentadora: pocos de los que buscan tienen la posibilidad de encontrar un Gurú, perdón, su Gurú, no sólo en Occidente sino en la India. Entonces, ¿no tienen esperanzas? El buscador sincero encuentra siempre bastantes indicaciones y ayuda para poder seguir su vía con éxito. Un Gurú es una ayuda preciosa, irreemplazable.

Para el Tantra, el saber puramente intelectual no sólo es incapaz de asegurar nuestra expansión y nuestra felicidad, sino que también es fútil, porque solamente puede arañar la superficie de las cosas. Los descubrimientos genéticos son maravillas del ingenio humano, pero disecar los genes y observarlos en el microscopio electrónico no revela la naturaleza de la Vida. Determinar la fecha de la aparición de la Vida en nuestro planeta no es verdaderamente importante. Pero, cuando el tántrico percibe que ésta es la expresión de la Vida desde los orígenes, transciende su yo limitado y desemboca en lo cósmico.

Evidentemente no todo es negativo en el balance de la Ciencia y no se trata de rechazarla en bloque, pero hay que ser consciente de sus límites, que son mucho más estrechos de lo que se cree, porque la Ciencia se basa sólo en las percepciones exteriores.
Alain Daniélou, en «Yoga, Méthode de re-intégration, escribe: «Una percepción exterior no constituye por sí sola un verdadero conocimiento, y el único medio para el hombre de obtener el conocimiento verdadero de un objeto es identificarse con él; sólo cuando es uno con él puede conocerlo tal cual es, no sólo como parece».

La Ciencia hace al hombre orgulloso, presuntuoso, y le hace subestimar la Vida. El problema no es saber si hay que rechazar la Ciencia, sino más bien que es esencial reintegrarla en una visión cósmica total y devolverle el sentido de lo sagrado.

 

A la pregunta:«¿Cree usted verdaderamente en los dioses hindúes?», yo respondería: «Tanto como en Papá Noel».

¿Y qué es exactamente un «dios» hindú? Antes de precisar, digamos que es una pena que el español, tan rico en matices, limite la elección entre dios(es) y Dios. Con mayúscula, es el Ser Supremo, el Creador, forzosamente único en nuestro espíritu, ya seamos monoteístas o mono-ateístas, en ambos casos, al suelo con los dioses, hindúes o de cualquier otro tipo.

Si soy creyente, cristiano, judío o musulmán, mi religión me impone un Dios único que excluye, ipso facto, la minúscula tanto como el plural, es decir «los» dioses. «Adorarás a un solo Dios.» A título académico, seguramente que se admitirá el estudio de la mitología hindú, pero no se trata de creer en ella, o peor todavía, de volverse politeísta. Adorar a esos dioses exóticos con múltiples brazos sería una herejía: ¡cuidado con la excomunión!

Si soy mono-ateísta (pido perdón al diccionario) es todavía más sencillo: siendo ateo -¡gracias a Dios!-, ¿para qué he de cargar con una multitud de dioses? ¡Uno solo ya es demasiado para mí!

De modo que para el occidental, los dioses hindúes son -y seguirán siendo- tan extraños como extranjeros. Entonces, ¿por qué preocuparse? Pero digamos enseguida que un «dios» o una «diosa» hindúes no tienen realmente ninguna relación, ni siquiera lejana, con Dios, y lamentemos una vez más que sólo se use «dios» para traducir, y traicionar, el sánscrito deva, que viene de div, «resplandecer» y, por extensión, «ser luminoso, divino, celeste». ¡Sería mejor conservar deva y olvidar «dios»! Señalemos de paso que «diva», que designa una cantante célebre, deriva de la misma raíz latina que «diosa».

La religión brahmánica, dejos de ser misionera y proselitista, es deliberadamente racista y cerrada. Reservada sólo para los «dos-veces-nacidos», los arios, excluye a los descendientes de los vencidos, los sudras, a los intocables. Es lógico: ellos debían ignorarlo todo de una religión que glorificaba la derrota de sus antepasados, y era necesario borrar hasta incluso el recuerdo de la lucha armada.

 

 

Con el paso de los siglos se produce una curiosa ósmosis. Si bien los arios impedían a los vencidos el acceso a la religión védica con tanto rigor como el acceso a la propiedad, por el contrario les daban libertad para que practicaran sus antiguos cultos y adoraran a sus dioses prearios. Poco a poco los dioses indígenas se infiltraron en el panteón brahmánico y, una vez arianizados, llegaron a veces a suplantar a los dioses védicos.

Ario o no, ningún dios indio es identificado con el Ser Supremo, y cada divinidad personifica un aspecto limitado del mismo. Hombres y mujeres idealizados, elevados al rango de devas, siguen siendo sin embargo muy humanos, con frecuencia celosos, vengativos, mezquinos incluso no dudan en mentir cuando están «mitológicamente» arrinconados. Su mito alegórico muestra que los humanos pueden acceder a una perfección que el arte indio concreta en maravillosas esculturas y bronces.

Para simbolizar sus poderes sobrenaturales, se los gratifica, por ejemplo, con varios brazos y diversos accesorios. Bajo apariencias amenazantes, oscuras o monstruosas, revelan poco a poco su verdadero carácter. Para los hindúes se convierten casi en miembros de la familia, dignos de veneración. Aunque disponen de poderes sobrenaturales por ser seres «celestes» y viven en otro plano, sin embargo se los puede tocar según un culto propio para cada ídolo. Así otorgan sus gracias a los devotos, o, como mínimo, no les hacen ningún daño. En conclusión: estos dioses exóticos serán sin duda siempre para nosotros extranjeros e inaccesibles.

¿Pero no tenemos un equivalente? Nuestros santos son bastantes parecidos. Como ellos, son seres humanos idealizados, que viven en el cielo, es verdad, pero son sensibles a las plegarias y a los peregrinajes de los devotos. El culto que se les brinda adorando su estatua, dirigiéndoles oraciones, ofreciéndoles flores y velas, es muy parecido, en todo caso. Las capillas de nuestros campos se diferencian muy poco, salvo por su arquitectura, de los pequeños templos de las aldeas indias.

Sólo los dioses indios que encarnan mitos o arquetipos universales podrían ser «injertables» entre nosotros sin reacción de rechazo. Volvamos a Papá Noel. Cuanto más mítico es un personaje, y por tanto «no real», más ligado está a su estereotipo. Todo en Papá Noel y en su vestimenta es simbólico, por tanto intangible. De modo que está casi excluido ponerle una chaqueta verde. Y seria impensable.... afeitarlo: imberbe, ya no encarnaría al Padre arcaico.

Pues así como «creo» en Papá Noel, «creo» en Shiva: su leyenda y su carácter son altamente simbólicos.

El occidental se pregunta dónde y cómo podría iniciarse en el tantrismo auténtico. Esta iniciación depende ampliamente de un desciframiento inconsciente de los mitos simbólicos que propone el Tantra. Así como Papá Noel coexiste en paz con nuestras religiones cristianas o con los cultos japoneses, los mitos Tántricos son compatibles con toda religión auténtica, pues revelan, incluso activan, fuerzas cósmicas latentes en nuestro ser y en el universo.

Mientras que la palabra informa, el símbolo revela. Modo de enfoque no verbal de las realidades últimas del ser y del cosmos. Ciertamente el discurso es un útil privilegiado para el intelecto, sino por qué causa escribir -y leer- este texto, pero se queda en la superficie de las cosas y de los seres... El símbolo es uno de los pilares del Tantra. Ignorarlo es ignorar la esencia del Tantra.

 

Entrar en contacto directo con el tantrismo shivaíta es prácticamente imposible pues ha sido objeto de persecuciones por diversos invasores: los arios, el Islam en la Edad Media y los ingleses puritanos de la colonización. Otra razón es el secreto que rodea a los Maestros y a sus rituales.

Desde la llegada de los primeros invasores se manifestó una gran oposición al shivaísmo tántrico, cuya energía emana de los cultos consagrados a la gran Diosa. Una sociedad belicosa no podía consentir una cultura orientada hacia la mujer, según la cual esta es a la vez el origen del mundo y el camino del Despertar, el maestro y la iniciadora, cultura opuesta al puritanismo y a los invasores.

En el shivaísmo la mujer encarna el poder, y el hombre la capacidad de maravillarse. Numerosos maestros eran y son todavía mujeres. Ciertos legados sólo se trasmiten a mujeres, y la mujer, cuando es discípula, disfruta de un prestigio mayor que el hombre, desde el punto de vista de la energía, del valor y de la intensidad de su visión. Los textos lo expresan con claridad: «Aquello que un tantrika logra en un año, una discípula lo consigue en un día», como si todo en ella echara raíces con naturalidad en el origen común y olvidado de las religiones antiguas más importantes. Desde los celtas a los dravidianos del Valle del Indo, desde Egipto a Babilonia, el trasfondo de la mente humana está totalmente marcado por la divinidad de la mujer. Las diferentes invasiones de las hordas de bárbaros, a menudo no tan terribles como se las describe, que llevaban consigo una pujanza cultural extraordinaria, nuevas técnicas y conocimientos, dieron también al hinduismo un nuevo aliento y a las artes una maravillosa difusión. Estas invasiones no consiguieron nunca someter el poder femenino y lleno de misterio, que hoy sigue vivo en el tantrismo.

La integridad moral de la mujer no tiene mácula, concepción muy distante de la que considera a esta como el origen del pecado, la tentación y la condena, según las tres religiones monoteístas más importantes; pero también algunas ramas del hinduismo y del budismo creen que la mujer es poderosa y vía de transmisión de las enseñanzas místicas más elevadas.

 

El tantrismo no rechaza nada, todos los procesos corporales y mentales son leña que echamos al gran fuego que consume el ego y nos hace entrar de lleno en lo absoluto. En el tantrismo se pone siempre en juego la totalidad del ser humano, sin hacer distinción entre lo puro y lo impuro, la belleza y la fealdad, el bien y el mal. Todos los pares de opuestos se disuelven en lo divino. Nadie carece de pulsiones terribles y capacidades sublimes. Empezamos a comunicar con lo divino cuando aceptamos totalmente la gama completa de nuestros pensamientos y de nuestras emociones. Toda belleza tiene su parte de sombra y si intentamos suprimirla nos secamos.

Actualmente una parte de la sociedad ha comprendido que debe volver a esos valores si no quiere caer en el caos y la destrucción. El camino tántrico se abre a toda la riqueza de la vida humana y la acepta sin condiciones. Posiblemente sea la única vía espiritual en la que nada ni nadie está excluido y es precisamente en este punto en el que converge con las aspiraciones más hondas de las mujeres y hombres de hoy en día. Aquellos que están dispuestos a reconocer embelesados el poder la mujer y la parte femenina que está dentro de ellos mismos, y que es una fuente de riqueza y evolución permanente, ya no necesitan entrar en la guerra de los sexos. Este reconocimiento los ha completado y los ha liberado de la dualidad constante que les impedía todo avance importante.

Estos valores femeninos que dan un toque exclusivo y contemporáneo al tantrismo pueden ser definidos en resumen como la energía intensa, armoniosa y serena opuesta a la violencia; la espontaneidad y sinceridad opuestas a las normas morales artificiales, a la hipocresía y al puritanismo. Como la no-dualidad que vuelve al ser humano un ser completo, ubicando lo divino en él mismo. Como el liberalismo, la tolerancia, la experiencia directa de la naturaleza eminentemente libre del espíritu frente a las vanas especulaciones religiosas e intelectuales. Como el amor frente a la explotación sexual. Como el respeto a la naturaleza frente al agotamiento desenfrenado de los recursos. Como la libertad absoluta frente a los dogmas, el clero, el Estado, las castas y las prohibiciones sociales, religiosas, alimenticias y sexuales del hinduismo clásico que surgió del vedismo ario.

Todos estos valores se basan en el respeto incondicional a una libertad igual para todo ser humano, y son los valores que el tantrismo nos propone recuperar sin perdernos en búsquedas externas ilusorias

 

 

BIBLIOGRAFIA

 


 

     

  • Tantra. El arte del amor consciente. Charles y Corline Muir. Ediciones Integral.
    Introducción breve, muy occidentalizada, para una primera aproximación antes de meterse en mayores profundidades.

     

     

  • Tantra. El culto de lo femenino. André Van Lysebeth. Ediciones Urano.
    Repasa la historia y los orígenes del Tantra, sus tendencias, técnicas, filosofía. Para los que quieran profundizar en el tema.

     

     

    El arte del Tantra.
    Philip Rawson. Ediciones Destino
    La estética y la iconografia tántrica a través de sus rasgos característicos y su mitología. Bien documentado y con una interpretación erudita y personal de sus formas artísticas.

     

     

  • Chakras. Sonidos y música para regenerar las energías. Azima Rosciano. Ediciones Integral. (Con un CD de 52 minutos).
    Los centros vitales y energéticos del organismo, que en el Yoga Tantra se denominan Chakras, entran en resonancia con las vibraciones energéticas que nos rodean. Esta música, resultado de un largo estudio realizado por su autor, entra en resonancia con cada uno de los Chakras.

     

Otros títulos. Algunos pueden ser difíciles de conseguir por tener ya algún tiempo o encontrarse agotados.

     

  • El amanecer del Tantra. Chögyam Trungpa. Editorial Kairós.

     

     

  • El tantrismo. Jean Varfenne. Editorial Kairós. Buen texto!.

     

     

  • Metodo oriental del amor. Kamala Devi. Editorial A.T.E.

     

     

  • El arte del éxtasis. Juan Paul Guyonnaud. Editorial Martinez Roca.

     

     

  • Kularnava Tantra. El rito de las cinco cosas prohibidas. M. P. Pandit. Editorial Eyrás.

     

     

  • Introducción al Tantra. Lama Yeshe. Editorial Dharma.

     

     

  • El yoga tántrico. Julius Evola. Editorial Edaf.

 

 

Respetable Jñápika Gurú Dr. Pablo Elias Gómez Posse.

E Mail: aum_jnapika_satya_guru@hotmail.com
 


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