Hombre y Mujer en
busca de la Unidad
Al acercarnos al
cambio de siglo, parece ser que los hombres y las mujeres quieren
enfrentarse a la vida juntos. Tal vez este sea el comienzo de la
generación del nosotros, una generación que desea el final de la guerra
entre los sexos y el principio de una nueva forma de relación en la que
los miembros de la pareja trabajan juntos, como un equipo, para
satisfacer sus necesidades, animarse el uno al otro, y viajar unidos
hacia el
crecimiento
personal y la satisfacción espiritual y sexual. Nos queremos centrar en
un amor lleno de pasión y calor, en aquél que hace fluir la sangre
dentro de ti, que es todo el alimento que se necesita. Es el amor que
supera todos los obstáculos, disuelve el tiempo, te obsesiona, te posee
e irradia de ti de tal forma, que la gente hace comentarios sobre tu
«brillo», y se siente atraída hacia ti como si fueras un imán. Es el
amor que se expresa sexualmente como una maravilla; es lo mejor. El amor
es un estado alterado. Bioquímicamente produce muchos efectos
vigorizantes. El sistema inmunitario puede verse fortalecido por él, las
células blancas de la sangre funcionan mejor y la producción de
endorfinas aumenta. Podemos encontrar parte de la respuesta a estos
cambios si consideramos la pasión como un tipo de energía que depende de
otra energía para sobrevivir.
Los hombres y las mujeres que son
apasionados en su trabajo, su arte o su política se reconocen por la
energía que fabrican para poder conseguir, mantener y avanzar en el
trabajo que se han propuesto. De la misma manera, los hombres y mujeres
apasionados por su relación deben comprometerse a fabricar la energía
necesaria para mantenerla.
Compañerismo
apasionado
Un compañerismo
apasionado no sólo necesita el alimento que ofrece la energía sexual,
también necesita mantenimiento. Mantenimiento consciente. Se debe
prestar tanto cuidado, cariño y atención a una relación como se presta a
una profesión, familia o causa.
A veces los
compañeros no se comunican sus necesidades el uno al otro. Muchas
personas son demasiado tímidas o tienen demasiado miedo como para decir
lo que necesitan para sentirse amados, completos o simplemente felices.
Algunas personas no saben usar las palabras adecuadas, temen que se les
rechace la satisfacción de ciertas necesidades, piensan que la otra
persona las subestimará por tener necesidades, o se averguenzan de tales
necesidades. Así que a veces guardan lo que tienen en su corazón o en su
mente, y cuando finalmente llegan a expresarse, después de haberlo
dejado demasiado tiempo en silencio, la comunicación resulta, quizá,
excesivamente fuerte. Tenemos que aprender a comunicarnos como amantes,
como compañeros, y necesitamos encontrar otra forma de comunicación
distinta de la que utilizamos en otras áreas de la vida.
Además de la
falta de comunicación y la desatención, las ideas preconcebidas sobre
cómo debería ser la relación también pueden causar problemas. Éstas a
menudo están
profundamente
arraigadas, ya que se basan en lo que hemos observado en la relación de
nuestros padres mientras crecíamos, así como en la actitud de la
iglesia, de la sociedad y de los medios de comunicación ante las
relaciones, y, finalmente, en nuestras propias experiencias en la
relación con otros -familia, amigos, amantes- y la forma en que estas
personas se han relacionado con nosotros. Nuestras historias personales
y experiencias del pasado son parte de nuestro ser, y por tanto influyen
en nuestro compañerismo. (Toda pareja soporta injustamente cargas de
historias y experiencias cuyas insinuaciones llegan al presente). Pero
cuando nos convertimos en pareja nuestra nueva relación no debería tener
historia, sólo un presente y un futuro potencial. De hecho, parte de lo
que hacemos viviendo la relación es crear una historia de la misma.
Y aun a pesar de
los posibles problemas nos sentimos atraídos el uno por el otro. Los
hombres y las mujeres tienen la necesidad de unirse. Ya sea porque
formar pareja es símbolo de una unión a un nivel superior o simplemente
por una necesidad puramente biológica, el deseo de llegar a ser uno con
nuestro amado es innegable.
Ambos tenemos
diferencias, aunque no diferencias irreconciliables. Los hombres y las
mujeres no son distintos en todo. Somos iguales en mucho, y nos sentimos
atraídos de forma natural por alguien que es como nosotros en ciertos
aspectos -alguien con un sentido del humor similar, por ejemplo, o una
historia común, o un sentido compartido del bien y del mal, o metas y
sueños similares. Las diferencias de las que hablamos son esas
diferencias básicas que distinguen a un hombre de una mujer - las
diferencias de naturaleza sexual-. Intentar satisfacer una relación
apasionada y al mismo tiempo rechazar estas diferencias es casi
imposible. Pero cuando se comprende la naturaleza de la diferencia entre
los sexos, se puede aprender a usarla en beneficio de la pareja y de la
relación. Porque de hecho dichas diferencias son complementarias: lo que
le falta al hombre la mujer lo tiene de sobra y viceversa. Aprender cómo
hacer de las diferencias una ventaja para la relación, aprender cómo
esas diferencias pueden satisfacerla en vez de erosionarla o gastarla,
es de lo que trata este libro.
Los hombres y las
mujeres de hoy buscan cosas similares en una relación, y las desean en
grados similares: deseamos hallar estabilidad psicológica; queremos
poder confiar el uno en el otro; queremos apoyarnos el uno al otro tanto
emocional como económicamente; queremos compartir experiencias
similares, ser compañeros de juego y también socios responsables;
queremos mejorarnos a nosotros mismos a través de la relación y
esperamos que ésta mejore con nosotros, y realmente queremos amarnos el
uno al otro durante toda una vida, que deseamos pasar juntos.
El hecho de que
una pareja comparta metas similares para su relación es bueno para ambos
porque significa que la pareja ve su compañerismo como una entidad en sí
misma. Hace que se centren en ella como algo separado de nosotros, y
este punto de vista es crucial para la salud y el bienestar de la
pareja.
Sin embargo, los
hombres y las mujeres son muy distintos cuando se trata de lo que
quieren -de hecho, necesitan- para sí mismos como individuos sexuales en
la relación.
Por ejemplo, la
mayoría de las mujeres utilizan la palabra intimidad para describir lo
que es más importante para ellas sexualmente. Intimidad sexual es un
tipo de proximidad muy especial, de comunicación que va más allá de lo
que puede lograr la pareja físicamente, una forma de compartir que
traspasa el compañerismo material. Esta conexión profunda es descrita
por muchas mujeres como una conexión espiritual, o como el sentimiento
de haber encontrado al «compañero del alma». Las mujeres lo relacionan
con el corazón o con el alma más que con el cerebro o los genitales, aun
que cuando se da verdaderamente la intimidad sexual, la pasión sexual es
su consecuencia. Esto parece ser verdad en todas las áreas, no sólo en
el sexo. Cuando uno se hace «íntimo» de un sujeto o proyecto, se sumerge
en él, «se mete en él», se apasiona por ello, se excita, se llena de
energía, se enciende. Ocurre lo mismo con la intimidad sexual: una mujer
excitada es movida física y profundamente.
Pero
cuando falta la intimidad, cuando una mujer no conecta de forma especial
con su compañero, permanece insatisfecha a un nivel primario, porque
esta necesidad de intimidad es muy profunda. Cuando falta la intimidad
es difícil para muchas mujeres sentir pasión o estar satisfechas, y
cuanta más intimidad falte en una relación, más desapasionada e
insatisfecha se sentirá la mujer.
Para la mayoría
de los hombres, sin embargo, la palabra «intimidad» conlleva algo muy
distinto. Para ellos las palabras intimidad sexual significan el acto
sexual.
Puesto que la
necesidad de intimidad es tan básica para las mujeres, es necesario que
cada mujer la defina por sí misma y luego comunique su significado
personal a su amante. Esto no es tan fácil de lograr. Por naturaleza y
físicamente, las mujeres son introvertidas desde el punto de vista
sexual; contienen su sexualidad. Sus órganos sexuales, sus zonas más
sensibles, son internas y están protegidas. No es difícil comprender
cómo podría afectar esto la habilidad de la mujer para hablar sobre sus
sentimientos sexuales más profundos, de lo reservada que podría sentirse
respecto de ellos. Pero una mujer tiene que hacer que su amante
comprenda lo que significa la intimidad. Cuando lo consiga, su esfuerzo
le será recompensado mil veces.
Es mucho menos
difícil para los hombres comunicar lo que necesitan para sí mismos como
seres sexuales, o expresar lo que les mantiene apasionados. La
naturaleza sexual del hombre es fundamentalmente extrovertida y proyecta
muestras físicas obvias sobre lo que le excita. Dicho de forma simple,
el sexo excita a la mayoría de los hombres. El sexo les hace
apasionados. Los hombres aman el sexo: les encanta dos cuerpos desnudos
y entrelazados juntos. La intimidad podría estar bien, ciertamente la
compatibilidad psicológica y emocional son importantes, pero para la
gran mayoría de los hombres, el sexo es un barómetro de la salud de sus
relaciones, y una relación sana es aquélla en la que se da una buena
cantidad de buen sexo. Simplificando mucho (existen muchas excepciones y
grados en estos sentimientos), la mayoría de las mujeres desean una
experiencia de amor sentido de corazón o lleno de alma; la mayoría de
los hombres quieren una experiencia glandular.
Así que, ¿cuál es
la respuesta? Los hombres y las mujeres tenemos deseos fisiológicos
distintos, básicos a nuestra naturaleza masculina y femenina. Aunque no
lleguen a oponerse, al menos no coinciden. ¿Cómo reconciliar estas
diferencias?
La solución está
basada en parte en el estilo de vida tántrico que fue diseñado hace
siglos especialmente para parejas. Los textos tántricos son explícitos
sobre cómo se puede utilizar las diferencias entre los sexos como una
fuerza positiva en una pareja; cómo la combinación adecuada de estas
diferencias puede producir una reacción casi alquímica, un ambiente en
que todo florece, gracias al cual el jardín de tu relación brota con
color, y tú y tu persona amada prosperáis.
Visión Tántrica de
la realidad
Para comprender
mejor la filosofía tántrica es necesario distinguir entre un plan o
superior
de la realidad, un estado de consciencia cósmica, al cual nos
referiremos como Realidad, con 'R' mayúscula, y nuestra realidad
macrocósmica o mundana, a la cual llamaremos realidad, con 'r'
minúscula. En nuestra realidad inferior existe una dualidad fundamental
que se expresa como masculino y femenino. El Tantra ve que todo en esta
realidad contiene energías masculinas y femeninas. Pero en la Realidad
superior no existe esa dualidad. En esta Realidad se encuentra la
Unidad. No existe lo masculino y lo femenino; está tan sólo el Uno. La
palabra tántrica para el Uno es Shiva Shakti, que se refiere a la unión
de la consciencia cósmica con la energía creativa, la fuerza que mueve
la creación, la combinación perfecta de lo masculino y de lo femenino
que forma el Uno indiferenciado.
La meta tántrica es esa condición
de Unidad. En términos más «actuales», podríamos decir que la meta
consiste en lograr la autorrealización o la integración personal, o
simplemente la totalidad. Para los tántricos, la pareja es el vehículo
con que se va de la realidad a la Realidad.
Ciencia tántrica
Se considera al
Tantra introductor del concepto de Chakras, o centros psíquicos de
energía, como parte de la biología humana.
Los chakras son
órganos del Cuerpo sutil o energético, que se considera distinto e
independiente del Cuerpo físico. El Tantra habla de varios cuerpos: la
capa (o cuerpo) más externo la forman la piel y los huesos. Después está
el sistema respiratorio, más sutil; y aún más profundo y sutil, el
sistema cognoscitivo. Finalmente encontramos la capa más sutil de todas,
el cuerpo sutil, el sistema intuitivo o psíquico del cuerpo, donde están
los chakras, por el cual podemos lograr éxtasis físico y la unión
espiritual.)
Existen siete
chakras principales en el cuerpo sutil, cada uno de los cuales es a la
vez generador y depósito de energía y de consciencia psíquica. Los
chakras van conectados a uno o más de los otros cuerpos por medio de
«canales sutiles» llamados Nadis. De esta forma la energía de cada uno
de los chakras nutre a todo el cuerpo. Estos canales no son distintos de
los meridianos en los que se basa la acupuntura, y también son similares
a nuestra comprensión de las conexiones y redes neuronales del cuerpo.
Todo lo aquí expuesto deberá ser
comparado con lo expuesto en la Literatura de los Maestres de la
Ferrière y Ferriz Olivares y consultado personalmente con el R. B.
Jñàpika Satya Gurú.