La literatura sexológica
hace del orgasmo un problema diciendo que un contacto sin orgasmo es un
fracaso. Si bien el Tantra ignora la obligación del orgasmo obligatorio,
propuesto como ideal a la pareja actual, el problema del orgasmo femenino
existe.
Rajneesh,
referencia tántrica dudosa, ha escrito, sin embargo en su Book of Secrets: «Por
eso las mujeres están enfadadas e irritadas y así seguirán. Ninguna
meditación puede aportarles paz; ninguna filosofía, ni religión, ni ética,
puede hacerles sentir cómodas con los hombres con quienes conviven. Ellas
viven frustradas, porque el Tantra, como la ciencia moderna, afirma que si la
mujer no es verdaderamente colmada por el orgasmo, creará problemas en la
familia. Esta privación mantendrá su irritabilidad y siempre estará de
humor querellante.»
En general se admite
que el problema del orgasmo existe, pero sólo en la mujer: el hombre eyacula,
por tanto tiene un orgasmo. Ese «por tanto» está de más.
La eyaculación es una
cosa y el orgasmo otra totalmente distinta. Si bien algunos sexólogos
modernos lo saben, el público lo ignora y el hombre «normal» desorbita los
ojos cuando le dicen que al menos el 90% de los hombres desconocen el orgasmo.
Como la eyaculación y
los pocos segundos que la preceden son el punto culminante de su experiencia
sexual, el hombre esta convencido de que el orgasmo masculino es eso.
Al contrario, el Tantra
sabe desde hace milenios que es precisamente la eyaculación lo que aparta al
hombre del orgasmo verdadero, del éxtasis sexual que lleva a los niveles de
conciencia superiores, cósmicos. La eyaculación para en seco la experiencia,
tanto para él como para ella. Digámoslo claramente: si el 90% de las mujeres
no experimenta el orgasmo es porque el 85% de los hombres son eyaculadores
precoces...
Un eyaculador precoz es
un hombre incapaz de retrasar la eyaculación al menos hasta que su pareja está
colmada, después de uno o varios orgasmos. El solo hecho de retrasar la
eyaculación no implica sin embargo que llegue al verdadero orgasmo, aunque su
experiencia sexual sea intensa y satisfactoria, pero ya es un progreso.
La eyaculación corta
en seco la ascensión hacia el orgasmo masculino y mata el deseo, ese
magnetismo encantado que, en la pareja, debería ser una música ambiental
permanente, incluso fuera de los contactos sexuales concretos. Con la
destumescencia del lingam, ese magnetismo y el hechizo de la unión
Shiva-Shakti se desvanecen: la pareja se separa para reencontrarse en la
vulgaridad de lo cotidiano, lo que es más lamentable.
El Tao, que es una
especia de Tantra chino, comparte ese punto de vista: Jolang Chang en su «Tao
de l'Art d'aimer», escribe: «Me preguntan con frecuencia qué placer puedo
experimentar si sólo eyaculo una vez de cada cien. En general respondo esto:
No cambiaría ciertamente el placer intenso que yo experimento con el vuestro.
Los doce años durante los cuales me dediqué a ese placer vinculado al
instante de la eyaculación son para mí largos años perdidos. Si mi
interlocutor es un hombre, no puede poner en duda mi sinceridad; me verá
apacible, feliz, con buena salud y siempre con ganas de hacer el amor. (...)
Ahora puedo decir que el acto sexual sin eyaculación representa también la
eliminación de una tensión, pero sin explosión. Es un placer que se traduce
por un apaciguamiento y no por violencia, una fusión voluptuosa, sensual, y
prolongada en algo más amplio y más transcendente que uno mismo. Es un
sentimiento de comunión en un todo, no una separación; de unión estrecha y
de participación, y no un espasmo individual y solitario que excluye a la
pareja. No hay palabras para describirlo.
Sin embargo, antes de
abordar la práctica, precisemos que de ningún modo se trata de
una renuncia, total y definitiva a la eyaculación. Esto se hace por etapas
progresivas.
Todo contacto sexual sin eyaculación
es una «ganancia erótica neta» para la pareja. Cuanto más economiza el
hombre sus «municiones» eyaculatorias, más se incrementa su potencial de
deseo y su potencia sexual, hasta llegar al nivel femenino, y este equilibrio
es un factor de armonía para la pareja.
En la experiencia ordinaria, los últimos
segundos antes del único movimiento «de más» que desencadena el espasmo
eyaculatorio constituyen la zona de máxima felicidad masculina. Luego
sobreviene el espasmo que termina con todo, para decepción de la pareja.
Ahora bien, el breve goce eyaculatorio es ya menor que el del punto límite.
La solución tántrica es de una gran sencillez: prolongar la franja última,
la más intensa y la más interesante, y para eso, inhibir el espasmo.
El arte supremo para un
Shiva tántrico, consiste en permanecer indefinidamente en el punto límite,
el que da acceso al «paraíso sexual cerebral» y el verdadero orgasmo
masculino. La experiencia de la pareja ya no está limitada ni es interrumpida
por el desfallecimiento del varón. El Tantra ofrece esta experiencia a todas
las parejas, pues no se trata de una acrobacia sexual. Esto permite pasar de
lo puramente genital a lo sexual, y luego a lo espiritual.
Sólo un tántrico
experimentado, después de una larga práctica, puede seguir totalmente activo
en el punto límite, sin eyacular. Pero ay!, hasta en la India son pocos. Sin
embargo, todo hombre puede, con muy poca práctica y la complicidad de su
Shakti, permanecer cada vez más tiempo en equilibrio en el «filo de la
navaja». En el punto límite, su inmovilidad del comienzo pronto es relativa:
progresivamente se hacen posibles unos movimientos suaves que se harán cada
vez más amplios sin llegar al espasmo. Es cuestión de estar relajados, de
respiración, de interiorización, pero también de practica.
Es necesario ejercer el
control de la eyaculación. Lo veremos en otro apartado.
Todo lo aquí expuesto debe ser necesariamente
comparado con lo expuesto en su Literatura por los Maestres de la Ferrière y
Ferriz Olivares y por el R. B. Jñàpika Satya Gurú.